Por Pablo JZ
James Brown y B.B. King han sido dos Genios en esto de la música. Pero antes de haber sido músicos ya tenían cosas en común: eran negros, sureños, pobres, con familias complicadas y hasta recogieron algodón. Lo que genéricamente se llama “música negra” no ha nacido o tomado forma en lujosos salones. Los Padres Fundadores firmaban la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos mientras esclavos negros anónimos cultivaban sus campos y cantaban
De eso han pasado más de dos siglos. Hoy un “negro” se sienta en la Casa Blanca (que negros construyeron) y la música negra (funk, soul, blues…) la reproducen e imitan estudiantes en conservatorios. Calidad no falta, pero entre tanta guitarra falta el instrumento que la hizo posible: las cadenas. Porque el soul tienen aspectos técnicos y características que los convierten en lo que es, pero sólo con instrumentos y una voz bonita queda flojo. La cosa sale de dentro. Nos lo explicaba Charles Bradley el pasado 10 de Octubre en Brighton.
Si uno escucha cantar Strange Fruit a Billie Holiday (también fue pobre, en una familia complicada y hasta violada, antes de ser artista), sobre los linchamientos y ahorcamientos de negros en el Sur a manos del KKK; intuye unas emociones que no se pueden aprender a expresar en ninguna academia de canto. Quizá sean las circunstancias difíciles las que han dibujado en la voz de algunos ese sonido característico que al escucharlos nos lleva más allá. Artistas así brillan hoy por su ausencia, pero alguno queda, y Charles Bradley, con su voz agrietada por las circunstancias de su vida, es un caso
La ontogenia estudia en biología el desarrollo de los embriones para sacar conclusiones sobre la historia evolutiva de las especies. Observando al individuo poder hablar del desarrollo de su especie. El desarrollo de Charles Bradley ha circulado, en cierto sentido, en paralelo al de sus predecesores. Charles las ha pasado putas. Por eso cuando se pregunta a grito pelado porqué es tan difícil hacerlo en América, en una canción autobiográfica, consigue ponerle a uno los pelos de punta.
Criado en Florida por su abuela, a los 8 años fue a buscar a su madre a Brooklyn, que lo había dejado a los ocho meses de nacer. Su habitación allí: un sotano con suelo de tierra. Lo dejó y estuvo dos años por Nueva York durmiendo en las calles y en vagones de metro por la noche. A los 14 años vio a James Brown en el Teatro Apollo y se propuso seguir sus pasos, pero le quedaba mucho aún
Dejó Brooklyn atrás para ir a trabajar a Maine. Allí empezó a hacer sus pinitos hasta que sus compañeros de la banda fueron reclutados para ir a Vietnam. Diez años pasaron y cruzó América en autostop gracias a pequeños trabajos hasta llegar a California en 1977 y cocinar hamburguesas. Estuvo en la cárcel por una pelea y actuó en pequeños shows durante 20 años. Su madre contacto con él y volvió a Brooklyn. Allí se lavaba la ropa en los servicios del metro e imitaba a James Brown, “lo llevaba de tal manera que nadie supo nunca que era un sintecho”. En una ocasión lo despertaron sirenas de la policía cuando dormía en casa de su madre, su hermano había sido asesinado a pocos metros, como cuenta en la canción Heartaches and Pain
En una de sus actuaciones imitando a James Brown, 49 años después de haberlo visto en el Apollo y querer seguir sus pasos, fue descubierto por Gabriel Roth, co fundador de Daptone Records, que apostó por él. Después de haber compuesto múltiples canciones, se escogieron diez que dieron forma a un LP: No Time for Dreaming. Charles Bradley sacó su primer disco, casi autobiográfico, a la edad de 62 años. Para su promoción se grabó el vídeoclip de The World (Is Going Up In Flames). El director del vídeo conoció a Charles en su rodaje y rodó un documental sobre su vida: Soul of America
Fue así como creció la leyenda de quien ya es considerado por tantos, entre los que me incluyo, un mito. Es por eso que éste 10 de Octubre estaba en el Concorde 2 de los primeros. The Eagle of Soul llegaba a la ciudad de las seagulls después de haber pasado por Londres, agotando entradas allí y aquí, para presentar su segundo disco: Victim of Love
Desde el principio pretendía calentar el ambiente una sesión de funk, pero lo cierto es que pocos hacían caso. El público, muy pureta, estaba a otra cosa: una partida de estratego por ver quien ocupaba las primeras filas con disimulo para no parecer la clásica señora el primer día de rebajas del Corte Inglés
La sala se llenaba, el bueno de Charles se hacía esperar. Dos horas después de abrir las puertas aparecía la banda: saxo, trompeta, teclado, bajo y dos guitarras. Una intro y una versión funky de Summer In the City para abrir boca y por fin llegó. El teclado presentaba, con mucho hacer, el plato fuerte. Ahí estaba el bueno de Charles saludando con humildad a todos y con su voz ronca cantándose Love Bug Blues, más funky y más dura que en la versión de estudio, con algun berrido de vez en cuando lleno de fuerza para demostrar quien estaba ahí
Cuando se dirigió después al público con tanta calma, a media voz y casi dando sensación de timidez parecía que lo hubiesen cambiado por otro. El segundo tema fue Crying In the Chapel, y casi consigue dejarme crying in the Concorde con esa intensidad. Después vino The World (Is Going Up In Flames)
Algún fallo en el sonido por el que Charles pidió mil perdones otra vez con su voz curtida. Insistía en que quería hacer el mejor show posible para nosotros. Pero al público ya lo tenía encandilado con sus maneras. Sobre el escenario había al mismo tiempo un músico de aupa y una persona mundana, humilde, sin actitudes ni modales ensayados ante el espejo, con la que conectaba la gente. De ahí que un fallo de sonido en su show se recibiese más como una prueba de esa humanidad que transmitía que como una cagada del técnico.
El show siguió: Victim of Love, la preciosa Lovin You Baby, poderosísima Confusion que aprovechó para jugar con un Theremín…
Por momentos Charles se marcaba unos bailes que recordaban a James Brown, más por la intención que por la ejecución, pero eso a nadie le importaba y, de hecho, jugaba a su favor. Dejaba muy claro que era uno de los nuestros (aunque ya quisiéramos una voz la mitad de parecida los demás)
Al final del concierto incorporó al show las maneras de un predicador de alguna iglesia de Harlem. Palabras de amor y fraternidad que introducían el mejor de los finales. Charles dejó para el final Why It Is So Hard. Otra vez su torrente de voz agarraba por dentro y exprimía hasta bañarle un poco el ojo a uno… y entonces Charles insistió en su mensaje de amor para despedirse, nos invitó a querernos los unos a los otros y como uno más de esos unos y otros que se sabe bajó del escenario a abrazar y ser abrazado. Pasó justo por delante mío y pude verle irse al fondo perdiéndose entre abrazos poco a poco hasta no saber donde estaba y ya no lo vi más
Un final que ni en los libros. Hoy leía en un tweet volviendo a casa: The beautiful Charles_Bradley, the Screaming Eagle of #Soul, lands in #Brighton, gives us a hug and flies away x x x
Inolvidable. De allí salimos más de uno tan eclipsados como él a sus 14 añitos tras pasar por el Apollo